Prefacios
Prefacio de la primera edición
Escribo estas líneas poco después de la publicación de la tercera parte del sexto informe del IPCC. Seamos sinceros: es la cuarta vez en cuatro años que recibo una bofetada de un informe de este tipo. Los científicos no paran de dar la voz de alarma, y esta vez parece que el público se digna a escuchar. Sin embargo, las conclusiones de los investigadores son sencillas:
1. No hay duda de que el cambio climático está provocado por el hombre.
2. Las consecuencias son que los fenómenos meteorológicos extremos serán más frecuentes e intensos.
3. Podemos cambiar la trayectoria y respetar el Acuerdo de París (limitando el calentamiento a entre 1,5 y 2 °C) si todos aunamos esfuerzos, en particular reduciendo masiva y rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
En aras de la simplicidad, he optado por centrarme aquí en las emisiones de gases de efecto invernadero, pero no debemos olvidar que hay muchas otras cuestiones preocupantes, como la contaminación, el colapso de la biodiversidad y el agotamiento de los recursos.
Lo que ocurre aquí es difícil de entender por varias razones. La primera es psicológica y está relacionada con el funcionamiento de nuestro cerebro. Estructuralmente, nuestro cerebro puede hacer frente a amenazas inmediatas (defendernos de un depredador o un enemigo) o a necesidades a corto o medio plazo. Así, mecanismos como el circuito de recompensa nos permiten querer alimentarnos hoy para vivir mañana y reproducirnos cuanto antes para garantizar la supervivencia de la especie. Pero cuando se trata de prevenir amenazas futuras, estamos muy mal equipados y tendemos a la negación colectiva, razón por la cual hemos perdido tanto tiempo frente a la crisis climática. Recordemos que el informe Meadows sobre los límites del crecimiento ya nos advirtió en 1972 (hace 50 años); y que el primer informe del IPCC se publicó en 1990.
La segunda razón que limita nuestro deseo de cambio es histórica: el cambio climático es un producto de la revolución industrial. Desde la invención de la máquina de vapor y, posteriormente, del motor de combustión interna; la humanidad ha construido máquinas que han transformado radicalmente nuestras vidas, al tiempo que han repercutido en nuestro medio ambiente. Al pasar de la artesanía a la industria, al multiplicar el número de máquinas; fue posible fabricar bienes materiales a gran escala, mecanizar la agricultura y todo lo demás que marcó la diferencia entre 1850 y la de 1950. Los combustibles fósiles (petróleo, gas, carbón) lo hicieron posible. La desventaja (bastante importante) es que la combustión de estos combustibles fósiles emite dióxido de carbono (el primer gas de efecto invernadero) en cantidades tales que la atmósfera del planeta se modifica y retiene más calor emitido por el sol, provocando el cambio climático. A ello se suman las emisiones del segundo gas de efecto invernadero más importante, el metano, procedente de las fugas en la producción de gas, petróleo y carbón, así como de la ganadería.
En resumen, lo que nos ha permitido aumentar nuestro nivel de confort en ciertos países y multiplicar por tres la población en setenta años es también lo que está llevando a esa misma población y a ese mismo confort al abismo.
Para evitar el desastre ecológico y dar un giro al cambio climático, tenemos que reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero. Por lo tanto, debemos dejar de quemar combustibles fósiles.
Inevitablemente, decir que tenemos que reducir nuestro consumo de combustibles fósiles para evitar la catástrofe climática es difícil. Mucha gente sabe que tenemos que cambiar, pero nadie quiere cambiar sus hábitos de consumo y de trabajo, porque es difícil imaginar un mundo mejor con menos energía disponible. Así que evitamos pensar en ello, nos negamos a ver las consecuencias de nuestros actos, seguimos negándolo, arremetemos contra "los ecologistas" y otros movimientos ecologistas y encontramos excusas para aplazar el momento de hacerlo de verdad. Y cuanto más esperamos, más urgente y complicado se vuelve, porque tenemos que recuperar el tiempo perdido.
1. La otra revolución
A la revolución industrial le siguió otra, que aún está en curso: la revolución digital. Al igual que las máquinas de la revolución industrial multiplicaron la fuerza física del hombre, la revolución digital multiplica su poder intelectual, su capacidad de calcular, almacenar y comunicar a distancia. Es un cambio estupendo para la humanidad.
2. Ley de Moore y crecimiento
Acabamos de celebrar los cincuenta años de un objeto que ha cambiado nuestras vidas: el microprocesador. En noviembre de 1971, Intel lanzó el primer microprocesador comercial, el 4004. Su potencia es irrisoria...
Prefacio a la segunda edición
Durante mucho tiempo pensamos que la tecnología digital era un remedio eficaz y sin efectos secundarios, capaz de curar todos los males de la sociedad. De hecho, la tecnología digital es una herramienta formidable en muchos ámbitos: salud, investigación, educación, etc.
Pero tras la publicación de numerosos estudios sobre el impacto medioambiental de la tecnología digital en todo el mundo, en Europa, en España y en las organizaciones; ya no cabe ninguna duda: el impacto medioambiental de la tecnología digital es insostenible.
Según el colectivo Green IT, el sector digital representa el 40% del presupuesto sostenible anual de un europeo, es decir, unos 400 kg de CO2 equivalente de los 985 kg de CO2equivalente que cada uno de nosotros puede emitir cada año sin provocar el calentamiento del planeta. El 40% representa diez veces más de lo necesario.
Para reducir nuestra huella digital podemos actuar a nivel personal y profesional. En ambos casos, perseguiremos los mismos tres objetivos: fabricar menos aparatos que duren más y arbitren nuestros usos. Dado que casi el 80% del impacto de la tecnología digital procede de la fabricación de nuestros terminales: televisores, smartphones, ordenadores, etc. Cuanto menos fabriquemos, más duraderos serán y mejor nos irá.
Una vez comprendidos estos tres principios clave, ¿cómo actuar? ¿Por dónde empezar? Cuando lancé el movimiento Green IT en Francia en 2004, no existía nada. Era un desierto y teníamos que inventarlo todo: metodologías, puntos de referencia, herramientas, etcétera. Veinte años después, tras muchas dudas y errores cometidos, hemos ganado en experiencia).
Con este libro, tiene la oportunidad de beneficiarse de una guía inestimable que le facilitará pasar a la acción en su día a día profesional.
Algunas de las prácticas presentadas en este libro llegarán a ser absolutamente críticas. Por ejemplo, la armonización...