Medir el impacto de un SI

Balance de GEI de una empresa

Se define al balance de emisiones de gases de efecto invernadero o balance de GEI, como "la evaluación de la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos o atrapados en la atmósfera a lo largo de un año por las actividades de una organización o un territorio". Existen varios métodos de evaluación, como el GHG protocole, la serie de normas ISO 14064 o, el más utilizado en Francia Bilan Carbone®.

El término "huella de carbono" también aparece con regularidad, yaque por razones de claridad y comparación, los impactos de los distintos gases de efecto invernadero se convierten en la cantidad de CO₂ necesaria para producir los mismos impactos, lo que se denomina CO₂ equivalente (a menudo escrito co₂eq).

Valores convencionales de gases de efecto invernadero en "equivalente de CO₂" procedentes del 5º informe del IPCC

Un informe de GEI examina las cantidades de gases de efecto invernadero emitidos por la empresa en diferentes ámbitos (por ejemplo, transporte, calefacción, producción, etc.), que se denominan alcances. En el marco del Bilan Carbone® se denominan "elementos".

Los resultados de la evaluación permiten identificar las mayores limitaciones con el fin de:

Generalmente permite adoptar una dinámica de proyectos y de acciones de reducción. Realizado sobre una amplia gama de emisiones, el balance de GEI permite evaluar la dependencia y la vulnerabilidad de una organización, hasta llegar a una revisión estratégica del desarrollo de la empresa.

Análisis del ciclo de vida

El Análisis del Ciclo de Vida (ACV) es el método más avanzado para evaluar el impacto ambiental. Como su nombre indica, abarca todas las etapas de la vida del producto, servicio o sistema analizado (fabricación, transporte, uso y fin de vida). También implica la realización de un análisis multicriterio que incluya, además de las emisiones de GEI, la cuantificación del mayor número posible de impactos ambientales, incluidos, entre otros, los diversos tipos de contaminación química, la deforestación y la artificialización del suelo, el consumo de agua, la eutrofización (alteración de los entornos naturales, en particular los humedales por un exceso de nutrientes) y el agotamiento de los recursos naturales, ya sean combustibles fósiles o metales.

Este enfoque holístico hace el trabajo mucho más complejo, pero ayuda a evitar un sesgo común: las transferencias de contaminación. El ejemplo icónico, utilizado habitualmente para ilustrar este problema, es el del automóvil privado. Un coche de gasolina emite mucho dióxido de carbono cuando se utiliza, lo que constituye un grave problema, como todo el mundo sabe hoy en día. El gasóleo es un combustible alternativo que permite reducir las emisiones por kilómetro recorrido. A primera vista, esto puede parecer interesante, pero tiene un inconveniente: los motores diésel emiten más gases tóxicos y partículas finas que provocan insuficiencias respiratorias y cáncer en los seres humanos. Esta desventaja ha frenado mucho el desarrollo de los motores diésel en todo el mundo, y en algunas ciudades como Tokio, los han prohibido. Este es el primer ejemplo de contaminación que se transfiere de un tipo de impacto a otro. Tomemos ahora el ejemplo de los coches eléctricos: cuando están en uso, el motor no contamina. En cambio, el coste medioambiental de la fabricación del vehículo es mucho más elevado: se necesitan más materiales y la producción de la batería también genera importantes emisiones de gases de efecto invernadero. Tenemos aquí una transferencia entre dos etapas del ciclo de vida, del uso a la fabricación. Además, hay que fabricar la electricidad que alimenta el coche...